Con el objetivo de comprender todavía mejor las razones de esta inauguración, así como la forma que ha tomado un proyecto que lleva desde el 2003 en curso, querría muy brevemente explicar la vía de actuación que hemos escogido seguir, así como los elementos esenciales que se integran con ella, sin los cuales, nada de esto tendría sentido. Desde el origen del proyecto de Bodegas Tritium se ha tenido muy claro un objetivo: la puesta en marcha de un modelo de negocio de carácter transversal, es decir, adaptado a lo que demanda lo social en cada momento, pero sustentado sobre un pasado tradicional, unas raíces, o una memoria cultural.
Una bodega que sigue la línea del enoturismo, lo cual marca el ritmo y el enfoque de trabajo, pero integrando algo diferencial como es el patrimonio. Por un lado, un material que se refleja en esta bodega suburbana del siglo XV, y esta nueva parte donde también se conserva y se pone en valor una arquitectura característica de los pueblos vitivinícolas de la Rioja Alta, como son los lagos de piedra de sillería y el calado. En un contexto donde predominaban las grandes arquitecturas bodegueras, Bodegas Tritium apuesta por otra forma de actuar. Y, no solo nos quedamos con este patrimonio pétreo, sino también el de carácter natural, del cual forman parte las 9 hectáreas de viñedos de más de cien años que se decidió conservar para obtener producciones de bajo rendimiento que aportasen una calidad inigualable para los vinos.
Por otro lado, hemos hablado de patrimonio material, pero no podemos olvidar el inmaterial, la parte más humana por sí misma donde se ponen en práctica técnicas tradicionales aprendidas -de generación en generación- sobre el cuidado de la vid y el trabajo de nuestros vinos, generando estrategias vinculadas con la biodinámica. Por tanto, no solo utilizamos un patrimonio cultural como imagen de marca, sino que lo hacemos comprensible otorgándole la misma funcionalidad para la que fue creado, una bodega.
De este modo, si hay un ámbito en el que se permite experimentar diferentes formas de trabajar (en conexión con un territorio con una base profundamente social pero ligados a un sector de gran poder económico y una gran imagen mediática), es el de las bodegas. Esto presenta unas potencialidades muy ventajosas para nuestro modelo de negocio, que permiten la posibilidad de ofrecer una experiencia donde el consumidor no solo percibe una única dimensión, como la calidad de los vinos o la arquitectura de la bodega, sino que participa y comprende todo lo que se mueve en torno a un producto (como es, el territorio, las personas, la historia). Y, de entre estas ideas que hemos hablado, ¿cuál sería el rasgo más valioso que puede extraerse? La identidad colectiva. Como creo que todos tenemos bien aprendido, la conservación y el buen uso del patrimonio (material e inmaterial) es una parte esencial para la comprensión y construcción de nuestra memoria como sociedad. No obstante, no todo el patrimonio puede conservarse o merece la pena hacerlo.
El patrimonio por sí mismo no tiene un significado, somos las personas las que con nuestras interpretaciones subjetivas dotamos de valor lo que vemos. Por ello, el punto fuerte y diferencial de Bodegas Tritium reside en haber generado una estrategia de negocio basada en un ideario ya construido, como es el patrimonio cultural de la vid y el vino del que forman parte los mencionados recursos patrimoniales (bodega, viñas, prácticas tradicionales, etc.), pero al que aportamos un imaginario particular, unos valores genuinos y propios, adquiridos mediante una experiencia ganada con los años y una vinculación a un territorio rebosante de historia, cultura y tradición como La Rioja. En definitiva, todo lo que hay detrás del elemento protagonista por el que todo tiene su razón de ser: el vino.
Así, finalmente, proyectos como el de Bodegas Tritium, apoyados desde sus orígenes sobre estos pilares -patrimonio, innovación y transversalidad- continúan siendo sostenibles hoy en día, y esto es un rasgo evidente de éxito.
Un articulo para mi web